Los precursores de la cosmogonía filosófica II




Cosmogonías órficas

Alagunas variaciones cósmicas fueron atribuidas a los órficos [Ὀρφικοί] que unieron elementos procedentes del culto a Apolo y de las creencias tracias en la reencarnación. Ellos creyeron que el alma podía sobrevivir, si se mantenía pura, y para ilustrar esta teoría, elaboraron una mitología con Dioniso como protagonista. Orfeo comenzó a ser considerado, ya en la Grecia arcaica, como el santo patrono de ritos de la vida y de la muerte junto con su discípulo Museo. En torno a ellos se generalizaron creencias sobre la reencarnación.


Cuatro versiones neoplatónicas de las cosmogonías órficas

Los neoplatónicos (Damascio) escribieron alegorías esquemáticas de las narraciones mitológicas basados en compendios de la historia de la teología de Eudemo.

a)      La noche como origen de las cosas

b)      Rapsodias órficas

c)      La versión de Jerónimo y Helánico

d)      Variante de Atenágoras a la versión anterior


Conclusiones provisionales

Una gran parte de la teogonía Órfica tiene mucha similitud con la Hesiódica.

El primer rey de los cielos es Urano, el Cielo; pero es hijo de la Noche, quien, por tanto, ocupa la misma posición que el Caos inicial de Hesíodo. Krono consigue el reinado luego de la castración de Urano.

El segundo rey es Zeus, quien no es engullido por Krono como en Hesíodo, sino que, más bien, él mismo absorbe un falo, precisamente el que Krono le había arrancado a Urano, y en consecuencia, alumbra todo de sí mismo: dioses y diosas, ríos, manantiales, e incluso a Ponto, Océano y la luna. Por último, comete incesto con su madre Rea a quien se identifica con Demeter. Y en este caso la descendencia sería Perséfone, a quien pudo haberse unido después para dar origen a Dioniso.

Se le concede prioridad de la Noche, relacionada, tal vez, con la idea Hesiódica del Caos inicial, así como también con una amplia variedad de elaboraciones cosmogónicas y teogónicas de Hesíodo en el siglo VI y V a.C. De cualquier forma, la importancia de las creencias órficas, incluso a la luz de los nuevos testimonios, es escasa para la filosofía presocrática.


La cosmogonía Hesiódica y la separación de la tierra y el cielo

Hesíodo, a pesar de haber vivido sólo una generación más tarde, que Homero el compositor de la Ilíada y de la Odisea, representa un intento completamente nuevo por sistematizar los antiguos mitos y demostrar el gobierno definitivo del mundo por parte de Zeus. De este modo subyace la idea de orden en el cosmos:

Antes que nada nació Caos, después Gea (Tierra) de ancho seno, asiento firme de todas las cosas para siempre, Tártaro nebuloso en un rincón de la tierra de anchos caminos y Eros, que es el más hermoso entre los dioses inmortales, relajador de los miembros y que domeña, dentro de su pecho, la mente y el prudente consejo de todos los dioses y todos los hombres. De Caos nacieron Erebo y la negra Noche; de la Noche, a su vez, nacieron Éter y el Día, a los que concibió y dio a luz, tras unirse en amor con Erebo. Gea (la Tierra) primeramente engendró, igual a sí misma, a Urano brillante para que la cubriera en derredor por todas partes y fuera un asiento seguro para los dioses felices por siempre. Alumbró a las grandes Montañas, moradas graciosas de las divinas ninfas, que habitan en los sinuosos montes. Ella también, sin el deseado amor, dio a luz al mar estéril, al Ponto, hirviente con su oleaje; y después, tras haber yacido con Urano, alumbró a Océano de profundo vórtice, a Ceo, Crío, Hiperión y Japeto[1]...

Eros no aparece ni en Homero ni en Hesíodo sino en Esquilo[2] bajo el aspecto de lluvia/semen y existe entre el cielo y la tierra según algunas referencias poéticas que indican que la lluvia cae del cielo y fecunda la tierra. Sin embargo, Hesíodo es considerado un narrador cuasi-racionalista.


Hacia la filosofía

Inicialmente el desarrollo del mundo fue visto desde el prisma de dioses y mitos, pero poco a poco se fue trascendiendo ese tipo de visión simbólica del mundo. Primero comenzó a abandonarse la personificación, de modo que, por ejemplo, la interacción entre el cielo y la tierra no necesita seguir siendo considerada en términos de una relación sexual entre Urano y Gea.

De hecho, los presocráticos tardaron en rechazar, en su totalidad, estos símbolos útiles y maleables —tenían que desaparecer, naturalmente, de un modo definitivo, antes de que pudiera aparecer, al menos, algo que se pudiera asemejar a la lógica— y se contentaron, con frecuencia, como Heráclito, con reinterpretar sus valores y funciones. Incluso la idea misma de personificación no había sido totalmente antirracional. La división del mundo entre una pluralidad de dioses y démones con propiedades y poderes diferentes era, en sí misma, un apreciable acto de clasificación[3].

Es importante no exagerar la pura irracionalidad de la visión del mundo sobre la que llegó a fundarse la tradición presocrática y que ella misma destruyó definitivamente. Es incuestionable que tuvo, ocasionalmente, fuertes elementos de irracionalidad, pero, la Grecia arcaica de la época homérica (finales del siglo VIII a.C.) no fue una edad realmente primitiva. Por ejemplo, la concepción homérica de Odiseo es la de un hombre capaz de filosofar[4].

También Hesíodo empleó un género útil de racionalidad, cuando clasificó y sintetizó cuentos procedentes de diferentes regiones y con énfasis diferentes. El hecho de planear la compilación de una cosmogonía y una teogonía sistemáticas, además de examinar el orden y desorden en el mundo hace que Hesíodo pueda incluso a ser considerado como el primer filósofo presocrático.

Finalmente, el paso del mito al logos no se reduce a una mera desmitificación y apuesta por la racionalidad, sino que, es el resultado de un proceso complejo a nivel político, social y religioso. El paso de esa sociedad oral (siglo IX a.C.) dedicada a la narración de cuentos, se va transformando en una sociedad abierta (siglo IV a.C.) cimentada en el crecimiento de las ciudades-estado (polis) donde poco a poco el viejo arquetipo de dioses y héroes empiezan a parecer obsoletos e irrelevantes. De este modo, comienzan a surgir los primeros filósofos dispuestos a estructurar un modelo más amplio y más objetivo del mundo.


[1] Hesíodo, Teogonía 116.

[2] Esquilo, 33 fr. 44, 1-5

[3] (Kirk et al., 2003)

[4] Cf. Homero, Odisea V


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