El orfismo


Detalle de izquierda de la "Escuela de Atenas" de Rafael que representa un rito órfico. El basamento de la columna indica que la revelación órfica constituye la base sobre la que se construye la filosofía. La corona del sacerdote órfico evoca a Dioniso, el dios de los órficos por excelencia. El viejo con un niño al lado representa la creencia en la reencarnación o metempsicosis.


Para comprender el origen de la filosofía griega es necesario conocer sus dos formas de religiosidad: la religión pública (homero-esiódica) y la de los misterios órficos.  El orfismo se difundió en Grecia en el siglo VI a.C., su nombre deriva del mítico cantor Orfeo, […] El punto central de su propuesta doctrinal –contra la visión homérico-esiódica de los hombres entendidos como mortales– es la creencia en la inmortalidad y en la reencarnación del alma[1]. El orfismo permite una mejor comprensión filosófica de Pitágoras, Heráclito, Empédocles, Platón y el platonismo tardío.

En la religión pública “los fenómenos naturales son producidos por seres divinos: truenos y rayos lanzados por Júpiter desde lo alto del Olimpo, las ondas del mar son levantadas por el tridente de Poseidón, el sol es llevado por el áureo carro de Apolo y así sucesivamente. […] Estos dioses son fuerzas naturales personificadas […] Zeus es la personificación de la justicia, Atenas, de la inteligencia, Afrodita, del amor, etc. […] Todo lo que se requiere del hombre es que haga lo que está conforme con la propia naturaleza, en honor de los dioses. Y así como la religión pública griega fue ‘naturalista’ fue también la primera filosofía griega y la referencia a la naturaleza permaneció como una constante del pensamiento griego a lo largo de todo su desarrollo histórico”[2].

El orfismo[3] proclama la inmortalidad del alma y concibe al hombre de acuerdo con el esquema dualista que contrapone alma y cuerpo. El núcleo de las creencias órficas puede sintetizarse como sigue:

a)      En el hombre habita un principio divino, un ‘daimon’ (alma) caído en un cuerpo por causa de una culpa original:

b)      Este ‘daimon’ no sólo preexiste al cuerpo, sino que no muere con el cuerpo y está destinado a reencarnarse en cuerpos sucesivos para expiar la culpa original;

c)      La “vida órfica” con sus ritos y prácticas es la única que puede poner fin al ciclo de las reencarnaciones y así liberar al alma y al cuerpo;

d)      Para quien se ha purificado (para los iniciados en los misterios órficos) hay un premio en el más allá (así como castigos para los no iniciados).


El mito cuenta que cuando murió Eurídice, la esposa de Orfeo, él desciende a los infernos para traerla devuelta a la vida. Con la música de su lira alcanzó a aplacar los guardianes infernales, Caronte y Cerbero, pero a lo largo del camino de retorno infringe la prohibición impuesta por Perséfone, reina de ultratumba, de no girarse a mirar la esposa y esta retornó para siempre en el Hades. Desde aquel momento Orfeo rechazó el amor de todas las mujeres, mientras la música desviaba a los hombres de los deberes conyugales. Termina sufriendo la venganza de las mujeres de Tracia, que lo asesinaron, lo hicieron pedazos y lo tiraron al mar. El epílogo del mito, sin embargo, es un mensaje de fe en la salvación eterna. De hecho, a pesar del feroz destripamiento, Orfeo no muere del todo y su cabeza, aunque separada del cuerpo, habría continuado a cantar por siempre[4].


Influencia órfica en Platón

De hecho, algunos dicen que el cuerpo [σῶμα] es la tumba [σῆμα] del alma[5], como si esta estuviese sepultada en el tiempo presente; y con ello el alma significa [σημαίνει] lo que significa, y también por esto es justamente llamada ‘signo’ [σήμα]. Me parece, sin embargo, que fueron en particular los secuaces de Orfeo los que le dieron este nombre, basados sobre toro en la idea de que el alma expía las culpas que expía y de que tiene al cuerpo como recinto en el que resguardarse bajo la forma de prisión. Y así, como dice el nombre, es ‘prisión’ [σῶμα] del alma, hasta que haya pagado sus deudas, y no hay nada que cambiar, ni siquiera una carta[6].


[1] (Kern & Verzura, 2011). Contraportada.

[2] (Reale & Antiseri, 2007, pp. 21-22)

[3] (Reale & Antiseri, 2007, p. 23)

[4] (Nicola, 2016, p. 34)

[5] Es una idea pitagórica que aparece en FILOLAO, B14 (cf., también, Gorgias 493a).

[6] Platón, Crátilo 400a. = fr. 8 Kern = 4 A 34 Colli


Copyright © Juan José Rodríguez Mesa. Designed by OddThemes