Orfeo y Eurídice


Orfeo y Eurídice. 1861. Camille Corot.



Orfeo, hijo de Apolo, heredó de su padre la música y su propia lira fabricada por Hermes. Con sus melodías, superiores a las de las sirenas, tenía la capacidad de apaciguar a los animales y monstruos con las melodías. Después de vivir muchas aventuras mientras vivía en Tracia conoció a la ninfa Eurídice, se amaron con mucha pasión y se desposaron con la bendición del miso Zeus. 

Por desgracia, el destino no puede soportar felicidad en la tierra. El amor entre ambos fue tan intenso como apasionado, hasta que un pastor de nombre Aristeo se obsesionó con la idea de poseer a Eurídice, por lo que un día que la ninfa paseaba por sus campos tuvo que huir de la persecución del pastor, con tan mala suerte que una serpiente mordió el delicado talón de Eurídice, causándole la muerte instantánea. El dolor de Orfeo por la pérdida de su amada le llevó a tomar la decisión de descender a la tierra de Hades en busca de Eurídice. 

Al llegar a la entrada del Hades y encontrarse con el Cancerbero, sólo tuvo que tocar una de sus melodías para que el siniestro guardián le dejase pasar sin mayor problema, y con su música se internó en la oscuridad, deteniendo por un instante todo el horror del inframundo, desde la eterna tortura de Sísifo hasta los buitres que devoraban a Prometeo. Así fue como la música de Orfeo logró conmover a los señores del inframundo Hades y Perséfone, quienes le concedieron su deseo de recuperar a Eurídice. 

La condición para ello era que Orfeo no volviese su mirada hacia atrás porque de este modo la ninfa se quedaría en el inframundo durante el resto de la eternidad. El largo viaje de vuelta a través de las sombras estuvo plagado de penurias y dudas, hasta que una vez que los amantes estuvieron a pocos pasos de la salida, a Eurídice se le escapó un suspiro de alivio, provocando que Orfeo se girase un breve instante hacia su amada. 

Al transgredir la única norma de los señores del Hades, Eurídice comenzó a desvanecerse ante los ojos de Orfeo, quien de manera infructuosa trató de apresarla entre sus brazos. En su desesperación, Orfeo trató de descender de nuevo a por la ninfa, pero en esta ocasión el barquero Caronte no le permitió cruzar las oscuras aguas de la Laguna Estigia, a través de las cuales los amantes se cruzaron una última mirada de despedida.
Fuentes: 

El poeta romano Virgilio (70-19 a.C.) da a conocer su propia versión de Orfeo y Eurídice en: Geórgicas, Libro IV, 464-515[1]. Ver también otras versiones[2] más amplias como los poetas alejandrinos; Ovid. Metam. X1; Seneca Herc. Fur. 569; Herc Oet. 1061.

Moralejas:


1)      La tragedia siempre está al acecho para atacar justo en los momentos más felices de la vida humana. En este sentido la felicidad se puede volver una fantasía ilusoria, porque la paz, la comodidad, el confort, en fin, la sensación de bienestar. Todo esto tiende ser frágil, efímero y pasajero. Puede ser una visión fatídica de la felicidad y de las demás cosas buenas de la vida como el amor, pero en cierto modo expone la realidad de esos amores que esclavizan y matan al final. Aún así, la muerte, led permite a Orfeo reencontrarse con su amada.

2)      El poder de la música es tan grande que puede aplacar bestias, conmover, convencer. Es como una herramienta que se puede utilizar para movilizar los sentimientos humanos.

3)      La condición que finalmente Orfeo debía cumplir para poder liberar a su amada del inframundo consistía en no volver la mirada y efectivamente así lo estaba cumpliendo pero ante las dudas, la desconfianza, y la ansiedad por verificar si Eurídice le seguía en su camino de liberación, justo en el momento en que volvían a la tierra de los vivos y abandonaban el inframundo, él vuelve su mirada hacia atrás y cuando creía que lo había logrado su objetivo se esfuma sin una segunda oportunidad.

Este detalle, es comparable con el relato de la mujer de Lot (Gn. 19, 26). La mirada hacia atrás significa la mirada al pasado. La vida nos exige concentración en el presente, ver hacia el pasado corresponde al abandono del presente y esto tiene sus consecuencias.


[1] Cf. (González Vázquez, 2007, pp. 59-61); Espinosa Pólit, Aurelio. Virgilio en verso castellano: Bucólicas, Geórgicas, Eneida, editorial JUS, México, 1961, pp. 188-191.

[2] Cf. (Kern & Verzura, 2011, pp. 71-77)


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