¿Para qué sirve el asombro?




Asombrarse es la capacidad de maravillarse, de sorprenderse por algo. Aristóteles lo expresa así:
Quien siente incertidumbre y asombro reconoce su ignorancia, y quien es propenso al mito es, en cierto modo, filósofo, pues el mito es un conjunto de cosas maravillosas. Por tanto, si los hombres comenzaron a filosofar con el fin de librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia con el único fin de saber, y no por necesidades prácticas. [ Met. I, 2, 982 b, 17-21.]
Uno se maravilla o se asombra cuando es capaz de reconocer su propia ignorancia que lo lleva al deseo de aprender. 

Para Aristóteles, el asombro es el origen de la filosofía, de una búsqueda desinteresada del saber, es la expresión de la verdadera libertad, que nos libera incluso, de otras necesidades. 

Lo que cuenta es el deseo de saber en sí mismo. No se trata de un mero sentimiento estético de admiración o fascinación. Es una actitud intelectual, es el deseo de saber, de buscar razones, de explicar lo que vemos, es la actitud que nos lleva a interrogarnos sobre cualquier objeto de investigación.

No se puede perder de vista que griegos formulaban preguntas y buscaban respuestas, no indagaban por indagar sino para encontrar. Esto sigue siendo válido actualmente para quien se inicie con seriedad en la investigación.

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