Apolo y Dioniso en Nietzsche




La importancia de los ritos dionisiacos en la civilización antigua fue redescubierta por F. Nietzsche quien afirma que la grandeza griega es el resultado de la síntesis entre lo apolíneo (equilibrio y armonía) y lo dionisiaco (lo irracional e instintivo de la vida necesario para soportar la existencia y desarrollar la creatividad)[1].

Tanto Apolo como Dioniso eran hijos de Zeus. Apolo es el dios del sol, de la claridad, la música y la poesía. Representa la belleza, la luz de la verdad, la perfección de las formas, la cordura, la eterna juventud y el verdadero conocimiento. Dionisio (Baco para los latinos) era el dios del impulso natural que reúne en sí el sentido más íntimo de la vida, dios de la uva y del vino, la fertilidad y el juego; era todo lo opuesto a la armonía apolínea. Representa la embriaguez, el desenfreno de los sentidos, el éxtasis.

Los ritos dionisiacos eran seguidos por las ménades que eran mujeres de carácter divino o ninfas que se encargaron de la crianza de Dioniso y que luego fueron poseídas por él inspirándoles una locura mística que las llevaba a practicar un culto orgiástico[2]. Estas mujeres representan la cultura de la locura contrapuesta a la racionalidad, cualidad que el mundo helénico consideraba puramente masculina.

Para Nietzsche la tragedia griega nace de la confrontación o de la difícil síntesis entre lo apolíneo y lo dionisíaco:

[…] la expresión de dos instintos artísticos entretejidos entre sí, lo apolíneo y lo dionisíaco. Expulsar de la tragedia aquel elemento dionisíaco originario y omnipotente y reconstruirla puramente sobre un arte, una moral y una consideración del mundo no-dionisíacos – tal es la tendencia de Eurípides [poeta trágico griego]. […] la divinidad que hablaba por su boca no era Dioniso, ni tampoco Apolo, sino un demón, que acababa de nacer, llamado Sócrates. Esta es la nueva antítesis: lo dionisíaco y lo socrático, y la obra de arte de la tragedia pereció por causa de ella[3].


Nietzsche dio su segunda conferencia sobre ‘Sócrates y la tragedia’ en la Universidad de Basilea (febrero 1 de 1870), centrada en el tema de la decadencia y la “muerte” de la tragedia:

La crisis ya se remonta a Esquilo y Sófocles, culpables de haber potenciado el aspecto recitativo en comparación con el coro original cantado. La verdadera decadencia, sin embargo, hay que atribuirla a Eurípides, a su “estética racionalista” y a la influencia ejercida sobre él por Sócrates. Con Eurípides, –dice Nietzsche, anticipando muchos argumentos profundizados en el Nacimiento de la Tragedia–, la tragedia griega perdió aquellos aspectos de inmediatez e instinto que le eran propios desde sus orígenes (pathos producto de la poesía y la música) y se convirtió en pura dialéctica llevada a la escena. Eurípides redujo al héroe trágico a un hombre ordinario.


En otras palabras, empieza a triunfar la lógica, la razón o lo apolíneo en detrimento de lo más originario que es lo dionisíaco. Es la decadencia de la tragedia y Eurípides junto con Sócrates son los responsables. Eurípides por usar el método racionalista en su nueva tragedia perdiendo así su dimensión mistérica y Sócrates por inspirarlo con su elaboración de la idea que el pensamiento puede conocer el ser y sentar las bases de la metafísica occidental.

En relación con el arte, estos dos impulsos artísticos de la naturaleza, categorías estéticas o potencias artísticas luchan incesantemente.  Y mientras la escultura representa lo apolíneo la música encarna lo dionisíaco.

Por otra parte, llama la atención el capítulo 9 del Nacimiento de la tragedia porque allí “presenta el mito como forma de ‘sabiduría dionisíaca’ […] Las dos figuras de Edipo y de Prometeo son en realidad máscaras de Dioniso”[4].

En el capítulo 15 caracteriza a Sócrates como el tipo de hombre teórico, mistagogo de la ciencia, pero aun el conocimiento científico –con todo su optimismo y su predicada serenidad de la existencia– necesita el conocimiento trágico y del arte como protección y remedio”[5].

En el capítulo 19 afirma que “el renacimiento del espíritu dionisíaco se percibe en la música alemana de Bach, Beethoven y sobre todo de Wagner: esta música realiza una acción similar a la inflexión de Kant y Schopenhauer en campo filosófico contra el socratismo y el optimismo de la ciencia[6].

En el capítulo 23 afirma “la centralidad del mito como fuerza creativa indispensable para alimentar y sostener una civilización (educación, costumbres, derecho, política). El mito es un elemento esencial”[7].

El mito da sentido a la vida social, religiosa y política constituyéndose en el fundamento identitario. La civilización moderna, la del hombre socrático, dominada por el racionalismo crítico y del historicismo, ha perdido cada horizonte mítico, y este es el motivo por el cual el espectador moderno no es un ‘oyente estético’. El sentido de lo maravilloso, estrictamente conectado con el mito, es extraño al hombre moderno, que lo ha relegado al ámbito de la ingenua infancia desconociendo las potencialidades expresivas y comunicativas. El socratismo, con su tendencia a la abstracción, con su ansia de excavar en el pasado, con su devorante ‘voluntad de conocer’ ha operado en el curso de los siglos una destrucción sistemática del mito. Se ha venido así constituyendo una civilización que ha perdido el contacto con los propios orígenes y que por tanto debe necesariamente alimentarse de otras culturas[8].



[1] Cf. (Nicola, 2016, p. 30)

[2] A partir del siglo VI esta ritualidad arcaica fue progresivamente sustituida con una representación simbólica (en primer lugar, solo mímica) y con cantos corales. Esta liturgia dionisiaca era acompañada por el sacrificio de un cabro.

[3] (Nietzsche & Sánchez Pascual, s. f., pp. 112-113)

[4] (Ugolini, 2007, p. 23)

[5] (Ugolini, 2007, p. 24)

[6] (Ugolini, 2007, p. 25)

[7] (Ugolini, 2007, p. 26)

[8] (Ugolini, 2007, pp. 142-143)

Bibliografía

Nicola, U. (2016). Filosofia: Storia delle idee dalle origini a oggi. Giunti.

Nietzsche, F., & Sánchez Pascual, A. (s. f.). El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo (1. ed. en "Biblioteca de autor", 1. reimpr).

Ugolini, G. (2007). Guida alla lettura della Nascita della tragedia di Nietzsche (1. ed). Laterza.
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