¿En qué sentido y en qué medida los presocráticos hablan también al hombre de hoy?



Con los griegos comienza un nuevo estilo de comunidad basado en el amor por las ideas y así surge el nacimiento espiritual de nuestra civilización. Los presocráticos constituyen la memoria de nuestra civilización occidental, cuyas raíces son mediterráneas, y más específicamente griegas. La filosofía y la ciencia fueron también en sus inicios teología matemática, astronomía, geografía, historia y medicina (Diels et al., 2006, p. XIX)[1].

Los presocráticos nos enseñan a buscar el principio (ἀρχή), la causa, el “por qué” de todas las cosas que existen en su totalidad. Este concepto de totalidad se refiere a la cualidad del acercamiento a la realidad y no a lo cuantitativo o suma de partes.

Tiene que haber un principio fundante, y por tanto unificante, que le de cohesión a la multiplicidad. Entendiendo por principio aquella realidad de la cual deriva todo lo demás. Por esto, el hombre de hoy sigue buscando el propósito, la identidad, la finalidad, el origen de la realidad.

Desde sus inicios la filosofía nace del deseo de buscar y encontrar la verdad. Así como los primeros filósofos afirmaron un modo nuevo de observar el mundo, así mismo, el hombre de hoy se sigue basando en la razón en su búsqueda de la verdad, construye su propia visión del mundo.

Con la razón se explican los eventos naturales, se buscan respuestas a los grandes interrogantes sobre el origen de las cosas. Los presocráticos no sólo se preguntaron por el verdadero origen de las cosas, también se cuestionaron sobre la sustancia y la multiplicidad de todas las cosas que existen, etc.

Desde entonces, la filosofía nunca ha dejado de interrogarse sobre la naturaleza, la realidad y el conocimiento basado en la verdad.

Gracias a los primeros pensadores, iniciadores del significado radical de la verdad, la humanidad ha expresado la búsqueda de esta verdad a través, no solo de la filosofía, sino también de la ciencia, la religión, el arte, etc.


[1] Cf. Jean-Paul Dumont nella Prefazione alla bella edizione Les Présocratiques pubblicata nella collana Bibliothèque de la Pléiade, p. IX.


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