La experiencia estética entendida sea como vivencia y actitud interior del artista, sea como determinación de las características y de los valores a los cuales se refiere (lo bello, lo sublime, lo trágico, lo feo, lo cómico) se ha analizado, desde sus orígenes, por la reflexión filosófica tratando específicamente varios aspectos. De hecho, es sólo en el siglo XVIII que nace la estética como disciplina filosófica autónoma que tiene por objeto, antes incluso de lo bello y del arte, la capacidad humana de sentir.
El arte y la filosofía
En nuestra cultura el término arte indica la producción de cosas bellas, pero antes del siglo XVIII falta la noción de artes bellas, o sea de un conjunto de experiencias y de producciones unidas por la referencia unitaria a la belleza. En la antigüedad el concepto de arte estaba estrictamente correlacionado con la práctica y la facticidad: el arte o techné para los griegos es un conjunto de reglas y principios que dirigen una actividad humana con el fin de lograr una realización práctica.
A partir del siglo I d. C., se llaman "artes liberales", es decir, dignas de ser practicadas por el hombre libre, siete disciplinas, clasificadas por Marciano Capella en Trivium (gramática, retórica, lógica) y Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía, música), que estructuran por más de un milenio el currículo de estudios. Tomás de Aquino, fundándose sobre el noveno libro de la Metafísica de Aristóteles, emplea el término "ars" para referirse a las artes liberales y también las actividades que hoy definimos como "artesanales".
I. Kant introduce en la Crítica del juicio la diferencia entre las artes bellas, cuyo propósito es un placer desinteresado, arte agradable, que mira solo al disfrute. En el siglo XIX y en el siglo XX se ha consolidado la referencia del arte a la belleza, reservando los términos de artesanal, técnica para los otros significados.
La belleza
La reflexión sobre la belleza ha asumido, en el curso de los siglos
